CONFUNDIR LAS CONSECUENCIAS DE COMUNICACIÓN POLÍTICA DEFICIENTE O MENSAJES ENFOCADOS EN DESCALIFICACIONES, EN LUGAR DE PROPUESTAS CONCRETAS, CON APATÍA E INDIFERENCIA ES UN ERROR QUE LIMITA LAS POSIBILIDADES DE MOTIVAR LA PARTICIPACIÓN DE ESTA GENERACIÓN.

El voto joven tiene el potencial de definir los resultados de las próximas elecciones en México. Según las cifras del Instituto Nacional Electoral, 30% de los miembros de la lista nominal son jóvenes entre 18 y 29 años, es decir 26.2 millones de votos. Sin embargo, el estudio México Joven, desarrollado por México Elige, estima que sólo 56% está considerando ir a votar. 

A nivel global se habla de un “desencanto de las juventudes hacia la democracia” que se ve reflejado en poca participación en las urnas y en la vida política. La interpretación más común – y la más sencilla- es la apatía combinada con la dificultad de captar su atención. Este argumento se queda corto y no contempla la autocrítica al sistema o a lo que (no) comunican las campañas.

¿Por qué deberían involucrarse las juventudes en el proceso electoral, si las candidatas y el candidato consideran que memes e influencers bastan para convencerlos? 

Esta es mi segunda elección presidencial, y si bien ya no entraría en ninguna convocatoria como “joven”, puedo entender el origen del mal llamado desinterés de las juventudes por participar en el quehacer político-electoral de nuestro país. 

Si en esta campaña hemos visto pobreza de iniciativas, los mensajes hacia aquellos votantes que pueden definir el resultado de la contienda electoral son prácticamente inexistentes. La condescendencia impera en los pocos esfuerzos. 

Violencia feminicida, educación superior que no genera movilidad, empleos precarios, migración, ruralidad ignorada, falta de acceso a salud, crimen organizado, política de drogas, son algunos de los temas transversales para las juventudes de todo el país. Son los que los mueven la creación de micro movimientos sociales, participación en marchas y reorganización desde los nichos al sentirse desolados.

FOTO: Vanessa Flores

Confundir las consecuencias de comunicación política deficiente o mensajes enfocados en descalificaciones, en lugar de propuestas concretas, con apatía e indiferencia es un error que limita las posibilidades de motivar la participación de esta generación.

Tendencias importadas y mal entendidas 

Si en Estados Unidos o Chile funcionó ser candidato Swiftie, aquí señores se llenan de brazaletes de amistad en TikTok. ¿El BTS está a la alza? Entonces se transforma el corazón maltrecho de Peña Nieto en corazones tecueme (o finger heart). A la nostalgia se le responde con memorias de “travesuras” que tal vez nunca existieron, tennis fosfo fosfo y actitud de “ser joven no es delito” – a los 40-. 

La batalla por los memes, el jingle y el filtro de TikTok genera cobertura, impactos digitales y reportes muy bonitos, la verdadera pregunta es ¿los likes se traducen en votos? La evidencia indica que lo más probable es que no.

Resulta curioso que aunque todos los reportes de tendencias que analizan a la generación Z coinciden en lo mucho que les importa la transparencia, el propósito, hacer la diferencia con sus acciones y aportar a la sociedad, no se revise desde esta perspectiva la correlación entre la falta de participación y la desconfianza en los partidos políticos.

El marketing político local se inspira en éxitos internacionales sin detenerse en las particularidades de los jóvenes mexicanos. Nacieron en algún punto del desencanto de la promesa del cambio con la alternancia, crecieron aprendiendo a protegerse de balaceras como parte de sus clases de primaria, participaron en velorios desde temprana edad, saben que es posible desaparecer, tienen dudas de que los derechos ganados sean vulnerables. 

Quienes tenemos la fortuna de dar clases en la universidad, coincidimos en que este periodo electoral está pasando sin pena ni gloria para nuestros estudiantes. Al inicio de la campaña electoral escuché en el radio una encuesta informal donde universitarios decían estar dispuestos a vender su voto a cambio de licuachelas para todos. ¿Por qué? porque da lo mismo, desde su perspectiva todos son iguales. 

Ante esta respuesta la clase política podría apelar a la etiqueta de “generación apática” o tomar responsabilidad. No sólo hay que convencerlos de tener engagement digital, habría que generar propuestas y políticas públicas con resultados que respondan tanto a la desesperanza como a la poca representatividad. Hoy es impensable esperar que la participación política llegue a cambio de spots adultocéntricos. 

Al final, la respuesta sí está en los memes

Los estrategas de comunicación política necesitan poner atención a las señales detrás de frases como: “La policía no me cuida, me cuidan mis amigas” o “vivxs se lxs llevaron, vivxs lxs queremos”, analizar memes y trends como “mi primera chamba”, “rosa pastel”, “coquette” etc, más allá de su viralidad. Ahí están las pistas sobre las soluciones que se requieren y la urgencia de pensar en el largo plazo. 

La alternancia democrática es tan jóven como muchos de esos votantes que se debatirán entre ir o no ir a las urnas; como en tantos retos complejos, impulsar la participación no depende sólo en replantear la comunicación. Toda promesa sin acciones sólo incrementaría la mala reputación. Lxs candidatxs están en buen momento de escuchar y ajustar para dejar atrás las cartulinas, los mensajes en slogans y los espectaculares-pendones-bardas. 

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Texto por Mercedes Baltazar fundadora y directora general de la consultoría en reputación Meraki México.

X: @LaMarimer @merakimex, IG: @_meraki_mexico


  • Texto: María Mercedes Baltazar

Fecha de Publicación:
Viernes 26/04 2024