JUMKO OGATA NOS CUENTA CÓMO CREAR NUESTROS PROPIOS RITUALES ALREDEDOR DE LA LECTURA

Cuando era niña, apenas aprendiendo a leer, recuerdo que disfrutaba tremendamente todo lo que rodeaba la situación: mi mamá o alguna maestra me contaba el cuento en voz alta, pasando las páginas cuidadosamente, haciendo las distintas voces de los personajes y mostrándome lo que ocurría en cada ilustración. Conforme fui creciendo, las historias iban complicándose, extendiéndose y conformado mundos ficticios repletos de poderes sobrenaturales y seres fantásticos. Fue también cuando comenzó mi relación de amor/odio con el género de terror; estar asustadísima pero querer conocer el final de la historia.

Para cuando comencé a estudiar la secundaria, la clase de Español era de mis favoritas y me emocionaba pensar qué historias nuevas conocería. Nos hablaron acerca de “los clásicos” y de los grandes escritores (casualmente todos eran hombres blancos) y de los textos que revisaríamos en clase. En primer lugar nos fue asignado un capítulo de Cervantes; El Quijote era un de las obras paradigmáticas de la literatura hispana, que trascendía tiempo y espacio — aún era un texto vigente para nuestros tiempos, y la profesora nos aseguró que nos encantaría. En realidad, nos pareció una lectura eterna e incomprensible, donde la mayor parte del tiempo lo pasamos buscando buena parte de las palabras del diccionario y tratando de hilar lo que estaba ocurriendo.

Ese tipo de textos no corresponde a la madurez y nivel de comprensión de lectura de la mayoría de estudiantes de esa edad; de esta manera, lo que podría ser una introducción al hábito de lectura como un espacio de imaginación y aprendizaje se vuelve una tarea tediosa que no queremos hacer por gusto. Pensando además en que las experiencias que adquirimos durante la infancia y adolescencia son fundamentales para construir los hábitos que mantenemos en la vida adulta, si nuestros recuerdos más frecuentes de la lectura no son agradables ¿cómo esperar que nos atraiga la lectura? 

Asimismo, hay quienes piensan que leer (particularmente a ciertos autores u obras) les concede una superioridad intelectual sobre lxs demás. Como si este fuera el único medio válido para aprender o para la narrativa. De esta manera, en lugar de leer por el placer que podría causarles, la lectura se vuelve un despliegue de supuesto conocimiento y habilidad. Pareciera que hay reglas rígidas para llevar a cabo el ritual de la lectura, y que si no las cumplimos no estamos leyendo “bien”. Por ejemplo, en cuanto nos sea posible debemos limitarnos a leer en nuestra mente — leer en voz alta es sólo para las infancias. Tampoco podemos abandonar un libro así sin más si no nos está gustando, sea lo que sea hay que terminarlo hasta el final.

En primer lugar; si bien nos enseñan a leer en nuestra mente para no molestar a otras personas en el espacio público, aún estando a solas no solemos tener la costumbre de pensar en la calidad sonora del texto que estemos leyendo. ¿Por qué no adquirir la costumbre de leer en voz alta? Del profesor Gustavo Ogarrio aprendí la importancia de escuchar los matices, el ritmo, la manera en la que los personajes cobran vida cuando les nombramos y la respuesta de nuestrxs cuerpos a las palabras que enunciamos. 

Por otra parte, tenemos también la idea que cuando terminamos de leer un libro, inmediatamente debemos emitir un juicio en el que decidiremos si fue una lectura “buena” o “mala. Y además, que este juicio es llevado a cabo objetivamente. Por otra parte, de Sylvia Aguilar Zéleny que en lugar de pensar de esta manera, resulta mucho más interesante preguntar qué nos hizo sentir el texto. Así, tendremos una interpretación rica cuyo valor reside en el significado que tiene para cada lectorx.

El escritor James Baldwin decía que creemos que nuestro dolor y corazón roto no tienen precedente en la historia del mundo hasta que leemos. Fueron los libros los que le enseñaron que las cosas que lo atormentaban eran las cosas que precisamente lo conectaban con todas las personas que estaban o habían estado vivas. La lectura puede ser un espacio seguro en el que podemos explorar las emociones que sentimos y saber cómo vivir con ellas, cómo hacer comunidad con alguien aunque haya escrito antes de que hubiéramos nacido. 

Mis ideas en torno a la reapropiación de la lectura están ancladas en el quehacer comunitario; las claves de lectura que utilizo las he aprendido de otrxs lectores que me anteceden. Cando nos tomamos el tiempo para llevar a cabo un proceso de lectura atento, llevamos a cabo un diálogo con quien escribió, creando un lazo con el mundo que nos está compartiendo. Estas claves no salieron de la nada, las aprendí de otras personas lectoras y les he agregado un poco de mi cosecha y compartido con otras personas que seguramente también le agregarán sus propias ideas. Aunque podría parecer que el ritual de la lectura es puramente individual, está atravesado por las relaciones y el sentimiento de comunidad. Pensarnos bajo esta lógica nos permite tejer relaciones de solidaridad y cariño a través de las historias que leemos y comentamos con lxs demás. 

Es por ello que no tiene sentido continuar con un libro si no logramos establecer un lazo con la narrativa; tal vez no estamos en el momento adecuado de nuestra vida para conectar con la temática o el estilo, pero siempre existe la posibilidad de intentarlo más adelante. Por el contrario, hay libros que parecen siempre ser relevantes a nuestra vida a los que podemos regresar una y otra vez; que en cada lectura parecen cobrar un sentido nuevo que no habíamos reconocido previamente.

La lectura como ritual puede ser un momento de introspección, de aprendizaje y de reconocer la propia humanidad en las palabras de otras personas. Conocer y reconocer las historias a las que podemos acceder a través de la lectura amplían nuestros horizontes y nos permiten vislumbrar futuros de brillantes. Ya sea a partir de géneros como la ficción especulativa (que plantea la posibilidad de lo sobrenatural, lo fantástico y lo extraordinario) o los géneros de no-ficción que cuentan las historias de quienes han construido alternativas para el bienestar. 

Ahora, con esto en mente, espero que puedan crear sus propios rituales de lectura; con los que se sientan abrazadxs, comprendidxs y que les animen a preguntar: ¿qué pasaría si…?

¿Ya sabes qué es lo próximo que vas a leer?


  • TEXTO: Jumko Ogata

    FOTO DE PORTADA: Christin Hume via Unsplash

Fecha de Publicación:
Miércoles 1/12/201