La Virgen de Guadalupe y la basílica, íconos populares

El 12 de diciembre se celebra a la Virgen de Guadalupe. Según el Nican Mopohua la última de las apariciones sucedió en esta fecha, pero del año 1531. El mito, que masomenos nos sabemos todes, narra la visita de esta virgen en el Tepeyac a Juan Diego, un hombre chichimeca en su camino a Tlatelolco. En su ayate, después de recoger flores en El cerrito, se queda impresa la imagen de la virgen que aún se exhibe en la basílica de Santa María de Guadalupe en la Ciudad de México. Este no es un retrato histórico, pero quisimos determinar algunos momentos sobre la forma en que la cultura popular en México ha hecho propia esta imagen.

Dentro del contexto histórico en el que este suceso ocurre, la llegada de los españoles y con ellos la religión católica al continente americano; la figura de una virgen de rasgos semejantes a la población local tiene una finalidad de adoctrinamiento y de adaptación. De hecho varios historiadores señalan que en ese sitio se adoraba a la diosa Toci, una deidad mexica. El vocablo Tonantzin, como los mexicas identifican a la virgen María, es una aplicación sincretista de ambas. La virgen de Guadalupe ha sido desde sus orígenes una imagen de cohesión social para un pueblo pluricultural.

Desde el estandarte de Miguel Hidalgo y Costilla, que realizó en la iglesia de Atotonilco después de dar el grito en Dolores; y que se considera símbolo de la Independencia de México, a las figuritas chinas que se iluminan con un foco en la base que cambia de color; sus imágenes no están exentas de carga política ni social.

Claudia Fernández y Andrew Paxman comentan en la biografía del Tigre Azcárraga que en 1974, Guillermo Schulenburg, el abad de la Basílica de Guadalupe; buscó a Emilio para que lo ayudara en su proyecto; la construcción de un nuevo templo que diera cabida a todos los fieles que año con año peregrinaban. En ese entonces sumaban más de 40,000 y el viejo templo se estaba hundiendo.

Las mañanitas tradicionales se transmiten en el radio desde 1931 y posteriormente por televisión. Emilio vio una oportunidad en este fenómeno; comisionó el proyecto al arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, autor de otro de los proyectos de Azcárraga Milmo, el Estadio Azteca. Y se hizo una fuerte campaña de comunicación para recaudar fondos para su construcción. Durante dos años se siguió de cerca la construcción del templo en televisión; Jacobo Zabludowsky entrevistó a Schulenberg sobre la inversión requerida e invitó a los feligreses a realizar aportaciones voluntarias.

Para financiar los gastos se emitieron “bonos guadalupanos” por un total de 13.4 millones de dólares. El papa Paulo VI mandó 10,00 dólares para la obra y el órgano, con un costo de 560,000 dólares fue un donativo del episcopado canadiense. Después de la experiencia del formato de venta de palcos en el Estadio Azteca, Azcárraga Milmo generó un modelo parecido con preventa de criptas.

Claro que el proyecto también tuvo críticas. Sergio Méndez Arceo, obispo de Cuernavaca, protestó por la forma en que se había hecho la campaña de financiamiento. La concepción evangélica televisada, sospechas de intervención del estado en su financiamiento y la forma de representar “milagrerías” en los medios generaron descontento. Pese a todo el 12 de octubre de 1976, la nueva sede abrió sus puertas. Y en 1979 recibió, en el último día de su estancia en México al papa Juan Pablo Segundo.

La simbología católica ha sido adoptada de forma diferente por cada región y cultura, se sincretiza con ritos y tradiciones previas; se modifica a los métodos de producción actuales, se produce de forma industrial, se masifica.

En México, la tradición guadalupana se evidencia en las telenovelas (todas las protagonistas de las historias de Valentin Pimpstein fueron guadalupanas fervientes) y los programas unitarios como La rosa de Guadalupe. Se imprime su imagen en textiles con los que se confeccionan camisas, bermudas y hasta ropa interior de marcas internacionales como All Saints o locales como Mendoxxxa. Además se ha transformado en un ícono de la cultura chicana, un nuevo estandarte de los migrantes que ven en ella un recordatorio de su origen.

Este año, debido a la contingencia, la basílica se encuentra cerrada y no recibirá a los cientos de miles de peregrinos que vienen de todo el mundo.