EL TREN MAYA SE PRESENTA COMO EL PROYECTO ESTRELLA DE LA ADMINISTRACIÓN DE LÓPEZ OBRADOR, PERO TIENE VARIAS PROBLEMÁTICAS EN SU REALIZACIÓN.
El Tren Maya es el proyecto estrella del gobierno federal, anunciado formalmente en diciembre de 2018. Está planeado como un tren regional para locales, turistas y carga, que generará una derrama económica regional a través del turismo.
Según el folleto oficial del proyecto, “se basa en un modelo de desarrollo sostenible que impulsa el crecimiento económico sin depredar el ambiente” y “promueve un esquema turístico en el que los visitantes recorren las comunidades de la región evitando la concentración turística en un solo punto”, con lo que “se distribuye la riqueza a lo largo de la península”.
En la ruta se contemplan 17 estaciones: Palenque, Tenosique, Balancán, Escárcega, San Francisco de Campeche, Mérida, Izamal, Chichén Itzá, Valladolid, Cobá, Cancún, Puerto Morelos, Playa del Carmen, Tulum, Felipe Carrillo Puerto, Bacalar y Calakmul, y la construcción del primer tramo finalizaría antes del 2024. Gran parte de las vías ya existen, por lo que solamente se les daría mantenimiento y se adecuarían; otro porcentaje ya cuenta con “derecho de vía” en carreteras o en tendido eléctrico, por lo que en teoría no causaría ningún conflicto con el medio ambiente ni de propiedad con los ejidos. Se calcula que el 10% restante se tendría que construir desde cero, atravesando ejidos y Áreas Naturales Protegidas.
Entre las ventajas que menciona el proyecto, además de la económica, se encuentran:
• Disminuir las emisiones contaminantes al trasladar carga y pasajeros del auto transporte en tren.
• Reducir costos de transporte de carga y de pasajeros en la Península de Yucatán.
• Acotar tiempos de traslado de turistas, pasajeros locales y carga.
Aún más, el proyecto prevé distintos impactos indirectos positivos: Regularización de la tenencia de la tierra, incremento de las capacidades locales, fortalecimiento de las PYMES del sector turístico, y ampliación de la cobertura de servicios como agua, drenaje, red eléctrica, internet, telefonía, bancos, hospitales, etc.
En resumen, “es un proyecto para mejorar la calidad de vida de las personas, cuidar el ambiente y detonar el desarrollo sustentable.” Suena a un milagro, sobre todo para una región tan marginada: el 68 por ciento de la población que vive en el área del Tren Maya presenta un grado de marginación entre alto y muy alto. Por esto, el Tren Maya se plantea como “un nuevo paradigma en turismo” que busca preservar los ecosistemas, sitios turísticos y culturas locales, reconocer y respetar a los pueblos originarios y la ecología de la región, e integrar a la población en la dinámica de crecimiento económico.
La historia del Tren Maya
El proyecto no es nuevo. Mientras que algunos lo rastrean hasta tiempos del Porfiriato, en el sexenio de Salinas surgió el “proyecto mundo Maya” para explotar esta veta turística, el cual fue retomado por Calderón, señalando como objetivo “la conservación del patrimonio cultural y la generación de ingresos y recursos para las comunidades locales en el ámbito del turismo”.
Sobre los trenes: Porfirio Díaz instaló la mayor parte de las vías férreas del país, con inversión extranjera; Lázaro Cárdenas las nacionalizó y extendió, y con Ernesto Zedillo (quien es ahora socio de Kansas City Southern, una de las beneficiarias) se privatizaron, desapareciendo casi por completo el tren de pasajeros (excepto por un par de tramos turísticos: la ruta del Tequila y el Chepe, en Chihuahua).
Hoy en día, los trenes son europeos o japoneses, algo de primer mundo. Sin embargo, una red de trenes de pasajeros sería, en teoría, algo ideal para el país: sin accidentes ni problemas de inseguridad en las carreteras, con costos de transporte y productos más baratos, con facilidades para la exportación y, sobre todo, representaría la opción de transporte menos dañina con el medio ambiente (después de la bicicleta). Un tren eléctrico alimentado con energías renovables (como el de Francia) puede llegar a emitir 12 veces menos CO2 que un autobús y 7 veces menos que un automóvil con 4 pasajeros, y es activamente promovido por personalidades como Greta Thunberg como una opción para salvar al planeta.
Sobre la problemática
Allí termina nuestro ánimo positivo. Un documento oficial del proyecto advierte: “queda claro que el tren, es decir, la vía férrea es lo de menos, ya que es lo que generará menores impactos; lo complejo es que se trata de un reordenamiento territorial macro regional, lo cual implica reordenar la sociedad.”
El Tren Maya se centra en la apuesta hacia el aprovechamiento comercial de la cultura de los pueblos mayas como un motor para la industria turística. Y esto no es decir poco: el turismo en algunos lugares, como Calakmul, se espera que crezca un 7,500%. Eso requiere de hoteles, restaurantes, bares, tiendas de todo tipo, infraestructura, servicios… Calakmul pasará de –un poquito más de– 30 mil habitantes a 460 mil habitantes por toda la migración que se encargará de aportar mano de obra.
Esto implica un crecimiento urbano desmedido, que se traduce en al menos tres grandes problemas: el aumento de las demandas de agua (que se sacaría del subsuelo, que alimenta los cenotes), de manejo de residuos (que creará nuevos basureros), y de tierra para construir. La infraestructura hotelera requiere grandes superficies de tierra, que busca siempre alrededor de las ciudades: los hoteles desmontarán humedales, selvas, palmares y manglares. Es casi una certeza. La especulación inmobiliaria será total, con millonarios y corporaciones comprando grandes porciones de las tierras, muchas de ellas de pequeños ejidatarios. También es previsible que se creen ciudades espejo parecidas a Santa Fe: de un lado zonas ricas y lujosas, y por el otro la zona pobre, donde viven trabajadores con pobreza, desigualdad y marginación.
Riesgo ecológico
Las aguas residuales de esta industria se vertirán en el subsuelo, que es poroso, por lo que estas aguas pueden llegar directamente a los ríos subterráneos, cenotes y lagunas. Los cenotes perderán su condición cristalina, un problema que se ha visto últimamente en la Laguna de Bacalar, así como su población de corales y estrematolitos. Esto es irónicamente trágico: el aumento del turismo destruirá el mayor atractivo turístico de la región.
La alta demanda de infraestructura turística no podrá ser suplida por PYMES locales, como asegura el proyecto (¿y qué pequeño empresario puede albergar a miles y miles de turistas?), por lo que estas serán desplazadas por transnacionales y gigantes de la industria hotelera. Y la cereza del pastel: un estudio interdisciplinario asegura que “es demostrable que una parte significativa de este turismo se relaciona con actividades como prostitución, trata, consumo de alcohol y drogas en exceso y eso repercute en su descuido e irrespeto con el entorno, que pone en riesgo el patrimonio cultural“.
Calakmul y Palenque vandalizados. Turistas buscando su Spring Break en comunidades indígenas que servirán como parques temáticos. Un Amores Perros versión Pachamama. Es el mismo modelo que ha tenido gran éxito económico en Cancún y la Riviera Maya, con muchos detrimentos en el tejido social.
La lista de contras no termina aquí:
- La consulta sobre el proyecto que se realizó en diciembre fue una farsa. Y no lo digo yo: La ONU-DH criticó la información parcial que le proporcionó a la población, además del bajo porcentaje de votantes (cerca del 1% de la población registrada ante el INE en la región).
- El proyecto todavía no cuenta con una Manifestación de Impacto Ambiental (MIA), ni con una manifestación de impacto social y cultural, así que todavía no calcula el efecto que tendrá sobre el medio ambiente y sus habitantes.
- Las declaraciones desafortunadas de Jiménez Pons, director de Fonatur, de que el tren servirá para que los indígenas “puedan ir a trabajar a pie. Hasta pedir limosna si hace falta, pero a pie”.
El problema de fondo radica en el modelo de desarrollo: un turismo intensivo implica grandes ingresos, pero también una economía frágil, que se evidencia en estos tiempos de pandemia: hoteles y restaurantes cerrados en todas las ciudades turísticas, miles de desempleados, una desolación total en lugares que solo saben dedicarse al turismo. Es este mismo modelo el que tanto critica el EZLN.
En su lugar, una medida razonable sería privilegiar la diversificación productiva (turismo+agricultura+autoconsumo+pequeña industria), respetando las distintas capacidades e identidades locales. Una política que no busque aprobar un proyecto en las comunidades, sino crearlo desde allí.
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Una crítica aplastante fue la del doctor Aurelio Sánchez Suárez, Académico de la Universidad Autónoma de Yucatán: “el proyecto del tren maya (…) poco ha tenido que ver con el pueblo maya y su filosofía de habitar el territorio. Llamarlo maya, no lo hace maya.”
Es probable que no se concrete el proyecto completo del Tren Maya, como ha pasado con todos los otros megaproyectos en la región: es complicado. Si eso pasa, se necesitan pensar en vías alternativas de desarrollo, nobles con el medio ambiente y con las comunidades de la región, que no olviden la gran pobreza y marginación que vive nuestra península. Y se están ideando desde ya alternativas interesantes, como la de la ciclovía. Con mucha imaginación y lucha y trabajo se podrán articular, con o sin Tren Maya.
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Pablo Valdés es antropólogo, guionista y crítico. Ha colaborado en series y documentales enfocados en políticas públicas y corrupción. Ha escrito para las revistas Este País y Revista de la Universidad de México, entre otras.
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TEXTO: Pablo Valdés
PORTADA: Isabel Laoiza
Fecha de Publicación:
Lunes 06/07 2020
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